jueves, 4 de septiembre de 2008


Espere tanto sentada en la soledad de su alma. El tiempo se adueño de su cabello y su piel, estos se quebraban bajo la vibración mi voz, quise correr pero me fue imposible dominar su cuerpo. Este seguía erguido para aquel capricho tuyo. Yo no debía tener vida, yo debía estar ahí, sentada, inmóvil, para admirar tu felicidad, la felicidad que te daba el verla. La obsesión era su mejor arma, esperaba. Aquel día tomaste mi mano y esta estaba tibia como aquel primer día, nada había cambiado, esperaba. Tomaste su cabello y lo frotaste en tu rostro buscando aquel olor, esperaba. Tomaste su alma pensando que estaría joven y viva como la imagen, y cuando la arrancaste, solo tomaste retazos de vida dura e infeliz, pero satisfecha de hacer de aquel monstruo obsesivo, el chico de los sentimientos floridos, como el de aquel día, esperaba. Quebraste todo a tu paso al ver la ausencia de vida en la viva imagen de la muerte, quebraste tu vida, tus ojos con el sol que penetro divino en la habitación. Como una muñeca la dejaste caer y ésta en su último estimulo de vida te miro, te miro fijamente, te traspaso el dolor, te mostro el amor, te mostro su obsesión, por fin, se quiebro el hielo del amante, susurraste un “no me dejes” pero ya era tarde, todo estaba desecho, yo ya no podía esperar, era el llamado. Cuando vi tu alma correr tras nosotras, me di cuenta que si estabas amando. Que la querías. La deje en las puertas de una nueva vida, tome tu mano y te lleve donde debías ir, a sanar tus obsesiones, a observar, aquello que tanto te gustaba, pintar la silueta de la perfección en tu mente, ya que tu lienzo me pertenece. El tiempo paso, te costo, pero entendiste, y eso alegra a tu amada, es ahora ella quien te ve, con celoso mirar.

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